domingo, 2 de noviembre de 2014

La idiosincrasia de los argentinos

Idiosincrasia es un término griego que significa “temperamento particular”, término este vinculado al carácter y los rasgos propios de una persona o de una colectividad.

Suele contemplar cuestiones que aunque son distintivas de un sujeto, son consideradas desde un punto de vista subjetivo. En este caso, de la idiosincrasia de un grupo social, se corre el riesgo de caer en el estereotipo, ya que no todos los sujetos presentan los mismos rasgos. Se trata de señalar algunas características comunes y compartidas por un gran número de integrantes de una comunidad.

Debemos decir aquí, que Argentina  ocupa el tercer lugar en el uso de las redes  sociales en Internet, como Facebook, por un fenómeno cultural marcado por la idiosincrasia de su gente. Que motiva tanto interés ?. Es difícil precisarlo.

En sus visitas a nuestro país, Ortega y Gasset criticó duramente algunos aspectos del ser nacional, lo que provocó en su momento airadas críticas y duras respuestas. Hubo poca autocrítica y mucho narcisismo.

En cambio para Carlos Pellegrini, nuestro principal defecto es la total falta de autocrítica, mejor dicho, la creencia persistente de que somos los mejores seres del mundo. Llamamos patriotismo a esta ciega alabanza de nosotros mismos, y arrugamos el airado entrecejo contra el ciudadano que se aventura a enrostrarnos nuestros feos detalles.

Por ejemplo, la idiosincrasia de los argentinos incluye sus costumbres de tomar mate, comer carne vacuna, jugar al futbol, ser presumidos o jactanciosos, saludarse con un beso entre hombres, y utilizar el pronombre “vos” en lugar de “tú”.




Esto no quiere decir que todos los argentinos coman carne vacuna, sino que se trata de un rasgo cultural muy difundido, pero excluyente. En otras palabras, un argentino y vegetariano no es “menos argentino” que aquel que come asado todos los domingos.

Por otra parte, en algunas regiones de nuestro país, se utiliza el “tú” sin que esos ciudadanos dejen de aportar a la idiosincrasia del país.

Otro ejemplo que se puede emplear para entender el concepto que estamos tratando, es el que deja patente que uno de los rasgos de la idiosincrasia de los pueblos indígenas es su absoluto respeto por lo que es el entorno natural y medioambiental. Y es que en él tienen su hogar.

La idiosincrasia es advertida a partir del comportamiento social de las personas, sus gustos y desempeño profesional. Se dice, por ejemplo, que los pueblos latinos son más  cálidos y afectuosos que las comunidades germanas o sajonas.

Esta característica puede ser resaltada por todos aquellos que han conocido distintas regiones del mundo y están en condiciones de comparar las relaciones sociales que se establecen en los distintos países.

Los argentinos somos unos verdaderos eruditos de la política. Cualquiera que ocupe el puesto que ocupe en la escala social, es capaz de hablar de política con gran conocimiento de causa usando términos económicos que el europeo medio desconoce.

Si lo eligen para un alto cargo, no se detiene a pensar en las dificultades inherentes a esa función, la posible falta de entrenamiento, o su total carencia de aptitud. El vivo aparenta inteligencia, conocimientos, brillo y ejerce además seducción.

Siempre nos preguntamos, porqué los argentinos no somos muy queridos por el resto de los países de la América Latina. En algún sentido la pregunta tiene su razón de ser, ya que los argentinos somos muy orgullosos y nos consideramos más europeos que el resto de América, debido sin duda a la gran emigración que recibió nuestro país de los países del Viejo Mundo.

En algunas reuniones que he mantenido con profesionales de otros países de América he percibido la animadversión que existe con los argentinos, posiblemente a excepción de Perú  y Ecuador.

Otra característica muy nuestra es la famosa “viveza criolla”, entendiendo esto como prontitud, rapidez, sagacidad y astucia. Consiste precisamente, en atacar sin importar la Ley y sin que la víctima pueda devolver el golpe.

Desprecia la ley. Más aún, la ley es un obstáculo que se debe saltear o burlar. El considerado vivo se siente en el centro del mundo; si las cosas le salen mal, la culpa la tiene el otro.

La viveza criolla se extiende a todas las capas sociales y a la totalidad del territorio nacional, aunque predomina con sus rasgos bien marcados en Buenos Aires. Significa la depredación oportunista, es decir, la prontitud para obtener el máximo provecho  a la

mínima oportunidad, sin escatimar los medios a utilizar ni las consecuencias o perjuicios para los demás.

Pero la sociedad la está señalando desde hace tiempo y marcando para suprimirla. Lleva muchos años como fenómeno social y causa de complicaciones en el desarrollo del país por las consecuencias económicas que produce y el deterioro en el desarrollo. El entorno de la viveza criolla suele encontrarse con frecuencia ligado a las adicciones del tabaco y el alcohol.

El vivo se siente mejor con un “pucho” o un “trago” en la mano mientras elabora internamente la magnitud del engaño y calibra a quienes habla simulando simpatía. El argentino rápido, de respuesta sagaz y mucha calle, se representa con un cigarrillo en la boca.

Proclama que todo lo sabe y todo lo puede. Desborda capacidad para encarar cualquier iniciativa y asumir cualquier trabajo, por encumbrado y difícil que sea.

Pero se basa en la mala fe, el engaño y la inmoralidad. El fraude no lo escandaliza, porque constituye uno de sus recursos mas frecuentes. El vivo hace de su viveza un oficio y un estilo de vida.

Es un experto en los caminos que lo llevarán a encaramarse sin ninguna exigencia de idoneidad. Es rápido para responder y dispuesto para elaborar frases que no dicen nada, pero que parecen discursos. La voracidad de los vivos se regodea con la rapiña.

Existen muchos aforismos de la viveza criolla como por ejemplo “el vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo o “Yo argentino” que es el reconocimiento de que no se juega por principios, por lo menos si están en juego intereses más tangibles.

Un antecedente cultural de la viveza criolla es el principal juego de cartas argentino: el Truco que ha sido estudiado por Rodriguez Villafañe con una comparación hacia la realidad política.

Enseña a soslayar la verdad y aceptar el engaño como metodología para ganar. A ocultar las acciones con códigos o señas. Y aparta a los espectadores porque “son de palo”.

Borges describió al ser nacional diciendo que el “argentino suele carecer de conducta moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general.

A los turistas que enfilan hacia Buenos Aires se les recomienda tener en cuenta que, en los tres meses del verano la ciudad “queda vacía”: todos emigran hacia los eucaliptos o a Mar del Plata y otras playas de la costa atlántica.

Pero los que desean divertirse mas alocadamente toman el barco y se van a Uruguay, que les ofrece magníficas playas y donde la bikini  y el adulterio se toleran. Por otro lado, las argentinas permanecen siempre fieles a Paris, pese a la ofensiva americana.



 Lo que mas las desespera, es tener que llevar, por la diferencia de estaciones, la moda del invierno o del verano, seis meses después que en Paris. No es para menos.

Ahora bien, cuando hablamos de la mentalidad argentina, nos referimos a una modalidad de pensar y hacer, cuyas consecuencias se manifiestan aún en los rincones más ocultos de nuestra vida cotidiana.

Los argentinos acudimos a ella con cierta gracia, desden e indiferencia y hasta llegamos al punto de aceptar con pasiva y enfermiza resignación, el carácter negativo de una lógica que nos esta cerrando el horizonte de la esperanza y del futuro.

Como condimento adicional, somos eufóricos y agotamos demasiada energía en hablar mucho. Ello debe ser como resultado, tal vez, de ver todo claro y ser débiles de voluntad al mismo tiempo, configurando una mentalidad proclive a volar alto y caer, por cualquier detalle adverso, en el pesimismo, la apatía y la indolencia. Parecería que esta modalidad nos acerca sin darnos cuenta al perfil pedagógico de la estupidez.

Esta idiosincrasia se expresa de manera paradojal y discontinua: si estamos mal, nos indignamos al principio hasta acostumbrarnos al fin; si estamos bien, generamos entusiasmos desmedidos; si nos ilusionamos con algún proyecto, prometemos lo imposible y terminamos por cumplir a medias e irresponsablemente, con el agregado de lamentos y culpas a terceros.

Cuando los argentinos hacemos diagnósticos en lo social, político o cultural, parecemos expertos y quien escucha es probable que al cabo del tiempo compruebe que esa lucidez inicial no era mas que una capacidad oratoria que ocultaba la improvisación, la resignación y la comodidad, o quizás la estupidez.

Ahora bien, como nos ven los brasileños ?. En general, cuando quieren criticar ven al argentino como arrogante y fácilmente tendiente a los extremos. Cuando quieren elogiar, lo califica de culto y politizado.

No es diferente del otro lado: el argentino promedio considera al brasileño, a veces, un ser despolitizado y alienado, y otras veces un ser alegre y experto en el arte de vivir la vida sin preocupaciones. Existe en Brasil una imagen prefabricada de los argentinos que son, repito, arrogantes, melancólicos, y que se quejan de las barrigas llenas. Y ninguna de las dos imágenes corresponde completamente a la realidad.



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