Idiosincrasia es un
término griego que significa “temperamento particular”, término este vinculado
al carácter y los rasgos propios de una persona o de una colectividad.
Suele contemplar cuestiones que
aunque son distintivas de un sujeto, son consideradas desde un punto de vista
subjetivo. En este caso, de la idiosincrasia de un grupo social, se corre el
riesgo de caer en el estereotipo, ya que no todos los sujetos presentan los
mismos rasgos. Se trata de señalar algunas características comunes y
compartidas por un gran número de integrantes de una comunidad.
Debemos decir aquí, que
Argentina ocupa el tercer lugar en el
uso de las redes sociales en Internet,
como Facebook, por un fenómeno cultural marcado por la idiosincrasia de su
gente. Que motiva tanto interés ?. Es difícil precisarlo.
En sus visitas a nuestro país, Ortega
y Gasset criticó duramente algunos aspectos del ser nacional, lo que
provocó en su momento airadas críticas y duras respuestas. Hubo poca
autocrítica y mucho narcisismo.
En cambio para Carlos
Pellegrini, nuestro principal defecto es la total falta de autocrítica,
mejor dicho, la creencia persistente de que somos los mejores seres del mundo.
Llamamos patriotismo a esta ciega alabanza de nosotros mismos, y arrugamos el
airado entrecejo contra el ciudadano que se aventura a enrostrarnos nuestros
feos detalles.
Por ejemplo, la idiosincrasia de
los argentinos incluye sus costumbres de tomar mate, comer carne vacuna, jugar
al futbol, ser presumidos o jactanciosos, saludarse con un beso entre hombres,
y utilizar el pronombre “vos” en lugar de “tú”.
Esto no quiere decir que todos
los argentinos coman carne vacuna, sino que se trata de un rasgo cultural muy
difundido, pero excluyente. En otras palabras, un argentino y vegetariano no es
“menos argentino” que aquel que come asado todos los domingos.
Por otra parte, en algunas
regiones de nuestro país, se utiliza el “tú” sin que esos ciudadanos dejen de
aportar a la idiosincrasia del país.
Otro ejemplo que se puede emplear
para entender el concepto que estamos tratando, es el que deja patente que uno
de los rasgos de la idiosincrasia de los pueblos indígenas es su absoluto
respeto por lo que es el entorno natural y medioambiental. Y es que en él
tienen su hogar.
La idiosincrasia es advertida a
partir del comportamiento social de las personas, sus gustos y desempeño
profesional. Se dice, por ejemplo, que los pueblos latinos son más cálidos y afectuosos que las comunidades
germanas o sajonas.
Esta característica puede ser
resaltada por todos aquellos que han conocido distintas regiones del mundo y
están en condiciones de comparar las relaciones sociales que se establecen en
los distintos países.
Los argentinos somos unos verdaderos
eruditos de la política. Cualquiera que ocupe el puesto que ocupe en la escala
social, es capaz de hablar de política con gran conocimiento de causa usando
términos económicos que el europeo medio desconoce.
Si lo eligen para un alto cargo,
no se detiene a pensar en las dificultades inherentes a esa función, la posible
falta de entrenamiento, o su total carencia de aptitud. El vivo aparenta
inteligencia, conocimientos, brillo y ejerce además seducción.
Siempre nos preguntamos, porqué
los argentinos no somos muy queridos por el resto de los países de la América Latina. En algún
sentido la pregunta tiene su razón de ser, ya que los argentinos somos muy
orgullosos y nos consideramos más europeos que el resto de América, debido sin
duda a la gran emigración que recibió nuestro país de los países del Viejo
Mundo.
En algunas reuniones que he
mantenido con profesionales de otros países de América he percibido la
animadversión que existe con los argentinos, posiblemente a excepción de
Perú y Ecuador.
Otra característica muy nuestra
es la famosa “viveza criolla”, entendiendo esto como prontitud, rapidez,
sagacidad y astucia. Consiste precisamente, en atacar sin importar la Ley y sin que la víctima pueda
devolver el golpe.
Desprecia la ley. Más aún, la ley
es un obstáculo que se debe saltear o burlar. El considerado vivo se siente en
el centro del mundo; si las cosas le salen mal, la culpa la tiene el otro.
La viveza criolla se extiende a
todas las capas sociales y a la totalidad del territorio nacional, aunque
predomina con sus rasgos bien marcados en Buenos Aires. Significa la
depredación oportunista, es decir, la prontitud para obtener el máximo
provecho a la
mínima oportunidad, sin escatimar
los medios a utilizar ni las consecuencias o perjuicios para los demás.
Pero la sociedad la está
señalando desde hace tiempo y marcando para suprimirla. Lleva muchos años como
fenómeno social y causa de complicaciones en el desarrollo del país por las
consecuencias económicas que produce y el deterioro en el desarrollo. El
entorno de la viveza criolla suele encontrarse con frecuencia ligado a las
adicciones del tabaco y el alcohol.
El vivo se siente mejor con un
“pucho” o un “trago” en la mano mientras elabora internamente la magnitud del
engaño y calibra a quienes habla simulando simpatía. El argentino rápido, de
respuesta sagaz y mucha calle, se representa con un cigarrillo en la boca.
Proclama que todo lo sabe y todo
lo puede. Desborda capacidad para encarar cualquier iniciativa y asumir
cualquier trabajo, por encumbrado y difícil que sea.
Pero se basa en la mala fe, el
engaño y la inmoralidad. El fraude no lo escandaliza, porque constituye uno de
sus recursos mas frecuentes. El vivo hace de su viveza un oficio y un estilo de
vida.
Es un experto en los caminos que
lo llevarán a encaramarse sin ninguna exigencia de idoneidad. Es rápido para
responder y dispuesto para elaborar frases que no dicen nada, pero que parecen
discursos. La voracidad de los vivos se regodea con la rapiña.
Existen muchos aforismos de la
viveza criolla como por ejemplo “el vivo vive del zonzo y el zonzo de
su trabajo o “Yo argentino” que es el reconocimiento de que no se juega por
principios, por lo menos si están en juego intereses más tangibles.
Un antecedente cultural de la
viveza criolla es el principal juego de cartas argentino: el Truco
que ha sido estudiado por Rodriguez Villafañe con una comparación hacia la
realidad política.
Enseña a soslayar la verdad y
aceptar el engaño como metodología para ganar. A ocultar las acciones con
códigos o señas. Y aparta a los espectadores porque “son de palo”.
Borges describió al ser nacional
diciendo que el “argentino suele carecer de conducta moral, pero
no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo.
La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general.
A los turistas que enfilan hacia
Buenos Aires se les recomienda tener en cuenta que, en los tres meses del
verano la ciudad “queda vacía”: todos emigran hacia los eucaliptos o a Mar del
Plata y otras playas de la costa atlántica.
Pero los que desean divertirse
mas alocadamente toman el barco y se van a Uruguay, que les ofrece magníficas
playas y donde la bikini y el adulterio
se toleran. Por otro lado, las argentinas permanecen siempre fieles a Paris,
pese a la ofensiva americana.
Lo que mas las desespera, es tener que llevar,
por la diferencia de estaciones, la moda del invierno o del verano, seis meses
después que en Paris. No es para menos.
Ahora bien, cuando hablamos de la
mentalidad argentina, nos referimos a una modalidad de pensar y hacer, cuyas
consecuencias se manifiestan aún en los rincones más ocultos de nuestra vida
cotidiana.
Los argentinos acudimos a ella
con cierta gracia, desden e indiferencia y hasta llegamos al punto de aceptar
con pasiva y enfermiza resignación, el carácter negativo de una lógica que nos
esta cerrando el horizonte de la esperanza y del futuro.
Como condimento adicional, somos
eufóricos y agotamos demasiada energía en hablar mucho. Ello debe ser como
resultado, tal vez, de ver todo claro y ser débiles de voluntad al mismo
tiempo, configurando una mentalidad proclive a volar alto y caer, por cualquier
detalle adverso, en el pesimismo, la apatía y la indolencia. Parecería que esta
modalidad nos acerca sin darnos cuenta al perfil pedagógico de la estupidez.
Esta idiosincrasia se expresa de
manera paradojal y discontinua: si estamos mal, nos indignamos al principio
hasta acostumbrarnos al fin; si estamos bien, generamos entusiasmos desmedidos;
si nos ilusionamos con algún proyecto, prometemos lo imposible y terminamos por
cumplir a medias e irresponsablemente, con el agregado de lamentos y culpas a
terceros.
Cuando los argentinos hacemos
diagnósticos en lo social, político o cultural, parecemos expertos y quien escucha
es probable que al cabo del tiempo compruebe que esa lucidez inicial no era mas
que una capacidad oratoria que ocultaba la improvisación, la resignación y la
comodidad, o quizás la estupidez.
Ahora bien, como nos ven los
brasileños ?. En general, cuando quieren criticar ven al argentino como
arrogante y fácilmente tendiente a los extremos. Cuando quieren elogiar, lo
califica de culto y politizado.
No es diferente del otro lado: el
argentino promedio considera al brasileño, a veces, un ser despolitizado y
alienado, y otras veces un ser alegre y experto en el arte de vivir la vida sin
preocupaciones. Existe en Brasil una imagen prefabricada de los argentinos que
son, repito, arrogantes, melancólicos, y que se quejan de las barrigas llenas.
Y ninguna de las dos imágenes corresponde completamente a la realidad.
efe jaja
ResponderEliminarSomos los mejores! 😂😂😂 Que va a ser? 🤷🤣 No envidien!! 😎
ResponderEliminarSiiiii claro
EliminarGracias por escribir esto! Me encanto!
ResponderEliminarLos venezolanos son mejores neahhh mandaba esa
ResponderEliminarIgual me encantan muchas cosas de ustedes
ResponderEliminar